¿Quién no ha experimentado alguna vez el sentimiento de culpa? ¿Quién no ha hecho alguna vez algo que no quería hacer y se ha arrepentido después? Es algo tan familiar, que de una u otra manera nos podemos sentir fácilmente identificados con él. 

Pero ¿donde comienza el sentido de culpa? Quizás una parte nacemos con él, heredada de nuestros ancestros o incluso de lo vivido en el vientre materno.  Cuando pienso en la culpa no puedo evitar ir a mi niñez y ver con claridad como la fuí forjando poco a  poco.

Hay tantas cosas que vamos poniendo inconscientemente  en nuestra mochila, generadas por el contexto cultural, la presión social que uno puede sentir, si hace algo o piensa de forma diferente a lo que está establecido o bien visto. En un contexto religioso donde eso es pecado, esto esta mal, etc. La educación de nuestros padres, en el colegio, los profesores, etc.

Hay una parte de mi que entiende que es necesario guiar a los hijos, a los alumnos, etc, hacia una serie de valores y principios, pero al final esto se termina utilizando como una forma de controlar y manipular.

Creo que el hacer sentir culpable a alguien por algo que ha hecho, o que no quiere hacer, no deja de ser una forma clara de incapacidad de la persona de no saber gestionar sus propios miedos, frustraciones y las inseguridades, que  la otra persona te hace sentir.

Quien no ha escuchado alguna vez  la frase “después de todo lo que yo he hecho por ti”, o “he sacrificado mi vida por ti”, o cosas similares. ¿Quien no ha reprochado a alguien o le han reprochado algo que hizo hace tiempo y aunque se supone que le habían perdonado se lo siguen recordando para así conseguir algo manipulando? Al final uno acaba sintiéndose culpable por todos los inconvenientes y sufrimiento que crea a los demás.

Uno sutilmente va desarrollando el sentimiento de no tener derecho a estar bien porque otros están peor y terminamos bloqueando la expresión de nuestras propias necesidades.

No solo nos dejamos manipular sino que acabamos nosotros también siendo los manipuladores.

La culpa puede llegar a ser como una adicción, una traición no al otro, sino a uno mismo. Es una carga que nos impide ser nosotros  mismos y  desarrollar nuestro máximo potencial.

Si te apetece escuchar más sobre este tema en este video seguimos investigando más y exploramos cómo gestionarlo.